domingo, 13 de noviembre de 2016

El canon digital



Dudo mucho que Alejandro Sanz, Ramoncín o cualquier otro músico, escritor o productor de cine pague derechos de autor a los arquitectos que diseñaron sus casas o a los ingenieros que crearon sus coches. Cada obra, invento o descubrimiento que se hace tiene su autor. Pero solamente los que pertenecen al mundo de la cultura se creen con el derecho de poder cobrar por su trabajo una y otra vez, indefinidamente. Coartando, además, el legítimo derecho de los verdaderos propietarios de su creación, que son los compradores, para hacer lo que le quieran con su pertenencia, inclusive una copia para un amigo o un familiar si así lo estiman (sin ánimo de lucro). Jamás entendí el canon digital que instauró en el año 2008 el Gobierno de Zapatero, que suponía un ingreso a las gestoras de derecho de autor de 115 millones de euros al año. Este gravamen lo impuso Zapatero dando por hecho que todos los que comprábamos medios digitales de grabación –CD, DVD, USB o discos duros– éramos unos adictos del pirateo. Tampoco entendí por qué en el año 2011 el Gobierno del PP almibaró un poco esta ley pero la siguió manteniendo. Me congratula, por tanto, saber que el Tribunal Superior de Justicia haya decidido recientemente eliminar este canon. El pirateo hay que perseguirlo y castigarlo cuando se produzca, no antes. Y en cuanto a los derechos de autor, hay que limitarlos. No pueden durar eternamente. 
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